sábado, 11 de enero de 2014

La importancia de las victorias (los Carmelo de la historia)


¿Cuál es la real importancia de las victorias en la experiencia de participar en un espectáculo de competencia deportiva? Ninguna, negociemos en un porcentaje que todavía no podría establecer con exactitud. La victoria y la derrota le dan un sentido al juego, pero sobre todo le otorgan una dirección hacia dónde ir. La competencia es relevante, pero no funciona de un modo tan lineal como la venden algunos entrenadores de moda. En este caso me refiero a la NBA, pero la afirmación corre para el disfrute de cualquier deporte. Hablo desde el lugar de aficionado, pero también de quien alguna vez jugó un tres por tres. Por lo tanto, lo relativo de las victorias también corre para el protagonista de la competencia. El juego lo gana quien anote más puntos, el campeonato lo gana muy probablemente quien consiga más victorias. Sería estúpido pensar que la única motivación para participar de este juego es la posibilidad de triunfar.

Y lo menciono porque en el mundo del deporte, todos los días se suman votos a favor de una idea que ya se convirtio en slogan: "ganar no es todo, es lo único". ¿Qué significa exactamente esa frase? Analizada con dos dedos de frente en realidad no quiere decir nada, se trata de un sinsentido. Más propia de un animal parlante (un loro, por ejemplo) que de un ser humano pensante. Pero supongamos que nos ponemos a pensar como lo haría el animal. Podemos advertir en principio, que trata de expresar lo siguiente: conseguir uno de los dos resultados posibles (en este caso, la victoria) es la única cosa que le da sentido a su existencia. Podría decirse entonces, en ese escenario donde "ganar es lo único", que la constante amenaza de la derrota es la que en realidad le da sentido al competidor, al técnico, inclusive al aficionado. La derrota como posibilidad, como fantasma, está deambulando sin pausa, todo el tiempo en todo lugar; su presencia es intensa y angustiante, mientras que la victoria permanece como un objeto lejano. Por ende difícil de alcanzar. No olvidemos que se trata de "lo único", aquello donde el sujeto deposita todo su ser. La posibilidad de la victoria existe por una insólita realidad que también contempla la posibilidad de la derrota. Exacto: perder es lo único. 

Ahora vuelvo a lo mío. El disfrute de una liga como la NBA, desde el lugar de fan pasa en un porcentaje bastante mínimo por la posibilidad del salir victorioso. Yo soy hincha de Los Angeles Lakers, el mejor equipo del mundo y uno de los más ganadores. Sin embargo, Nick Van Exel, uno de mis tres jugadores preferidos nunca ganó un campeonato. Me deslumbró cuando, luego de varios años sin Magic y sin nadie capaz de pararse en el puesto de base con dignidad, apareció con desfachatez y elegancia. Le pedí a un amigo que viajaba la nueve amarilla, tuvo un par de temporadas buenas, llevó a los Lagueros a playoff. Tenía un caracter complicado y Jerry West lo mandó a Denver. No salió campeón no. Yo lo recuerdo siempre.
Cómo no mencionar a Carlitos Barkley, uno de los mejores cuatros de toda la historia de la liga. Sus movimientos de poste son marca registrada, estuvo tan tan cerca de ganarle el campeonato a Jordan que todavía no puedo creer cómo está Paxson solo en la línea de tres y esa pelota infame que va por los aires.

Gary Payton ganó un título con Miami pero ya hacía rato que era ídolo. Por ese pique guapo que usaba para meterse hasta abajo contra los más pesados. Hablemos de jugadores muy perdedores. Vince Carter, Al Harrington, Allan Houston, Latrell Sprewell, Stephon Marbury, Bernard King, Alex English,  el propio Jerry West (ganó un campeonato después de aburrirse de perder finales), Chuck Person, Keith Van Horn, Eddie Jones, Dominique Wilkins. Todos ganaron y perdieron. ¿Cómo alguien, técnico o aficionado, podría perderse de ver jugar a estos virtuosos del baloncesto? Hay hinchas que desconocen la existen de todo lo ajeno a su equipo, hay técnicos que nunca quisieron al Chino Peralta (jugador del fútbol uruguayo de similares características a los que acabo de mencionar). Pero vuelvo al lugar del fan, al mío. Naturalmente me encanta cuando Los Ángeles Lakers ganan un campeonato, como sucederá seguramente en 2014 o 2015. Confieso que me deprimí más de una vez cuando las cosas no iban bien. Pero también es cierto que el disfrute más genuino -¿se trata de disfrutar, verdad?- aparece cuando Jordan Farmar se tira un triple inconsciente y la pelota no toca las piolas, cuando Nick Young le quiebra los tobillos al rival justo antes de salir por sexta falta.

Quería terminar con Carmelo, jugador paradigmático de la actual NBA. Ya se sabe cómo es. No le gusta mucho marcar. Seguro nunca le interesó. La mayoría piensa que es poco probable que gane un campeonato. Yo siento que se viene a Los Ángeles a jugar con Kobe, porqué no con Kevin Love, y los tres de púrpura y dorado terminan victoriosos. Y si no se da el campeonato, va a estar buenísimo igual. Porque lo primero que imagina el conocedor del buen basket es un ataque rápido de Kobe y Carmelo definido con pase mágico o volcada espectacular. Melo es de los pocos que se enfrenta a Lebron sin temor y le gana, lo conoce de chico. Cuando está encendido es imparable de tres, de dos, abajo del aro, puede hacer lo que quiera. Olviden todo lo anterior: los chiquilines en los clubes de barrio, en los playgrounds, imitan todos sus movimientos, inclusive buscan algo parecido a la codera que luce el siete de los Knicks. Es así: Carmelo, Nick Young, John Wall, juegan lindo. Definime lindo: da gusto verlos, te vienen ganas de salir a buscar un aro y con quién jugar. Ganar no tiene ningún sentido sin disfrute, y cuando el fantasma de la derrota gana por presencia, se trata de un imposible.


2 comentarios:

  1. Comparto. Nosotros no ganamos un campeonato más o menos desde que se usaba el pantalón corto a la altura de la ingle. Melo es nuestro Ulises, marca la moral del equipo y tiene la sonrisa de Perón. El día que se vaya...veremos cómo seguimos.

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    1. La sonrisa de Perón :) Estaría bueno que spike haga una película de melo.

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